Destierro agónico del corazón,
vibrante sonajero del desamparo humano,
existimos en un mundo paralelo,
entre carencia involuntaria y soledad.
Nuestras manos monólogo de risas,
energía de caricias aireadas a la deriva,
expuestas sin dilación para recibir al hacedor,
oscilantes en el cautiverio de los pensamientos.
Es el tiempo una oleada de sueños,
incurable a las heridas del corazón,
él que acepta dureza de la vida,
caminar para romper nuestra ilusión.
Insuficiencia propia buscada en el otro,
procurada reciprocidad que nos atrae,
suavidad del entorno a demoledora agonía,
luz incandescente con sabor tediosa de ácido.
Son demasiadas vidas rotas
Hace 10 meses